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dalih

Noche de Tentación

Noche de Tentación Me diste las armas suficientes para pensar en todo esto, estaría yo tocando las puertas del cielo si no te hubiese conocido, pero estoy aquí a un paso de entrevistarme con el mismo diablo ¿qué le diré? todo aquello que pasó y que seguro lo hará regocijarse de gusto mientras yo tiemble ante el temor de sentir mis gruesos huesos arder en las llamas del infierno.
Cuando nuestras ropas empezaron a caer esa noche sentí un desvanecimiento del que solamente podría rescatarme yo misma. Tú en lo tuyo, yo en lo mío.
Temblorosamente desabotoné tu camisa, deslicé mis manos por tu pecho y creí que me quedaría paralizada sin poder seguir con la locura de ese viaje que emprendimos arrasados en nuestros anteriores sentimientos, muy cobardes por cierto.
No había música que nos acompañara, nada de flores, en realidad, nada de nada. Sólo tú y yo en esa oscuridad tan fría.
No recuerdo siquiera en que momento nos postramos sobre el suelo, había tantas imágenes en mi memoria que hasta ese punto tú seguías con lo tuyo y yo con lo mío. Tampoco supe en qué instante mi alma se desprendía de mi cuerpo y llegaste a detenerte al sentirme como hielo. Eso sí lo recuerdo.
Mi cara pálida, mis labios morados, mis piernas inertes y tus manos intentando calentar mi cuerpo. Te pedí que no te preocuparas, seguramente era la impresión del momento. Tomamos nuestro tiempo, yo sin saber qué hacer me apegaba a ti para no desviarme del instante que compartíamos, me estrujabas con sutil delicadeza, jalabas mi cabello, rozabas y apretabas mis pechos, deslizabas tu mano por mi vientre y de mis caderas me levantabas y empujabas hacia adentro. No sé cuántas veces ocurrió así.
Me quedé recostada boca abajo, desnuda, respirando profundamente, mi corazón empezaba a cobrar vida después de haber parrandeado unos minutos.
Llegó mi hora, el preciso segundo de hablar...ya pensé demasiado. Tus manos, no, tus labios ¿o sería tu mirada? no, no, definitivamente tus manos, ellas me llevaron al infierno, me hicieron caminar rumbo a la hoguera pasional, y contradictoriamente al cielo.
Sabías que no podía quedarme con todo eso guardado en este cofrecito, te arriesgaste a perderlo todo al estar conmigo una noche ¿qué esperabas? es el precio que se paga por besarle los hombros al pecado y penetrar al abismo, ¿qué pensabas? es la historia que se vive cuando se sabe que las noches no son para quien deseas sino para quien te dedicas y debes conformarte con una única vez, pues para el mañana del ayer que vivimos no existe el otra vez. Fue bello conocer más allá de las nubes y espantosa la convicción del camino que recorrimos, y en esta ocasión, hace tan sólo unos minutos pagaste el perderme para siempre a cambio de sentir una vez más mi piel.

Lunes 27 de enero de 2004

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