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dalih

Una rosa es una rosa II

Una rosa es una rosa II Ya les compartí la letra de la canción, ahora una parte de la historia que he imaginado.

El jardín en el que nos sientan todas las mañanas a meditar es muy tranquilo, como se supone deben ser los jardines, a mí me gusta contemplar la calle, la gente que pasa, hay de todo, personas con mirada triste y otras que no pueden ocultar sus emociones, esbozan una sonrisa y se puede adivinar en sus dientes el motivo de su felicidad.
La perdí hace tiempo, ella lo era todo, al menos eso fue lo que me hizo creer, me dijo que estaría a mi lado hasta el fin de mis días, se me adelantó...nuestra vida juntos no era la mejor, pero me he dado cuenta que sin ella estoy peor.
¿Que si me he querido morir?, claro, cuando uno pierde lo que considera es lo único que lo mantiene vivo a pesar de las discusiones, las amarguras y las bellas reconciliaciones, claro que dan ganar de irse a la tumba uno también.
65 años de casados, 65 cortos años que pudimos alargar si no se hubiera entercado, si no me hubiera contradicho cuando le dije que la llevaría a Europa para que la auscultaran los mejores médicos, me mandó al demonio, me dijo que gastaríamos mucho dinero en una tontería; ahora comprendo que la tontería fue no llevarla, haberle hecho caso, dejarme persuadir por su necio orgullo.
Y todavía muy ufana me dijo que el día que se muriera no le pusiera rosas en su tumba, ninguna flor quería la condenada, pensaba que si no podría olerlas más mejor ni gastara en ellas. Casi me pidió que la envolviera en un costal y la echara al mar para no invertir en su muerte ni un centavo. Era muy coda la condenada.
Cuando éramos jóvenes tenía yo a muchas admiradoras, durante la secundaria mi madre era la directora del plantel, ya imaginarán cuántas niñas querían ser mis novias para tener pase directo –según ellas- a la dirección, para no reprobar pues, estudiar era lo que debían hacer, porque no conocían a mi madre, ni a mí me perdonaba, menos a ellas o a cualquier otro. Dos veces tuve que hacer exámenes de regularización.
Fui noviero, mucho muy noviero, las niñas me encantaban, casi todas con cabello lleno de caireles, ojos claros, siempre me embrujaron las mujeres de pupilas color mar, y es que ustedes saben que el mar tiene varios colores, la miel en la arena, el verde en sus algas y el azul en su agua.
Ayyyy que tiempos aquellos de estudiante, no volteaba yo a mirarte, cursamos juntos no sólo la secundaria sino también la preparatoria y te hice sufrir al no verte, me querías, eso decías, pero yo enamoradizo como muchos hombres que se creen don Juanes o todos unos caballeros.
Fue en la universidad, no estuvimos juntos en la misma carrera, pero estábamos muy cerca, nunca se te olvidaron mis desplantes y te vengaste canija mujer, te vengaste, me hiciste sufrir. Yo sólo quería cortar la flor más tierna del rosal, pensaba que de amor no me podría pinchar y mientras me pinchaba me enseñó una cosa, que una rosa es una rosa.
Y que cierto fue, tu hermosura no te quitaba las espinas, todas bien escondiditas, tenías bajo la manga todo ese desprecio que me había ganado, sin quererlo me lo había ganado.
Pero el amor, el amor lo pudo todo, lo soporté, no más que tú que durante 6 años me seguías y cuando por fin había volteado hacia ti decidiste arriesgarte a perderme. Muchas veces quise huirte, voltearme y olvidarme de ti, darte la espalda, pero me jalabas, sabías cómo entusiasmarme y lo lograste, nos casamos y cuántos años vivimos juntos. Sólo 65.
Ahora contemplo en esa gente que pasa frente al jardín del asilo, a mujeres tan lindas como tú, pero ninguna tiene en su mirada lo que tú tenías: amor por mí.
A estas alturas de la vida, una rosa es un rosario.
Y me lo dije una vez más, quise cortar la flor más tierna del rosal, pensando que de amor no me podría pinchar y mientras me pinchaba de enseñó una cosa, que una rosa es una rosa y con tu partida, cada espina del tallo se me clava en los dedos de la mano.

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